María Belén GARCÍA SANTA CRUZ papeldesedailustracion@gmail.com
Me gustan las historias. Muchísimo. Vivo de historias.
Nací en La Plata y pasé mi infancia y adolescencia en un barrio con aroma a pueblo. Durante el verano andábamos en bici hasta que pasaban por la tele Anne de los tejados verdes. Comparaba la serie con las novelas. Me gustaba que en la portada hubiera una foto de la actriz, me gustaba su vestuario.
En la sobremesa del domingo, casi siempre había cine. Con mi familia íbamos al videoclub y pasábamos un tiempo leyendo las cajitas de los VHS, lo disfrutaba tanto como si estuviera mirando las contratapas de un libro.
Además de las colecciones de LIJ, en casa había libros de mi bisabuelo, manuales técnicos de impresión en varios sistemas, o publicaciones de mi papá, yo miraba las ilustraciones de arquitectura e imaginaba personas habitando casas del siglo XIX, o sentándose en asientos del Renacimiento italiano. Entre los diez y los diecisiete años paseaba por las páginas de algunos museos, imitaba en acuarela colores, gestos y miradas; pintaba a mis amigas vestidas con la indumentaria típica de algún país del mundo. Mi mamá me prestaba unas cajas con láminas diseñadas por ella con unas composiciones cercanas a la estampa textil.
En mi primera carrera, diseño gráfico, tuve un profesor que nos hablaba de narrativa, de secuencia, de montaje. Fue el primero en recomendarme un libro de Abelardo Castillo. Amaba la literatura y lo transmitía en sus clases. En esos años comencé a interesarme por la relación imagen-texto, inventé una colección, Savia Color, y diagramé algunas dobles páginas del volumen Savia Naranja, donde la tinta china fluía en el fondo de unos fotomontajes.
Al comenzar mi docencia en Dibujo Complementario 1 (Facultad de Artes, UNLP) investigué y realicé material didáctico para la enseñanza del dibujo de volúmenes simples. Me interesé por la técnica de stop motion, por la creación de un personaje en volumen y el estudio de sus poses.
Durante seis años fui librera y encargada del sector de LIJ en una cadena muy grande, en el depósito descubrí tesoros de la literatura universal y latinoamericana. Y no me separé más de la palabra. Comencé talleres de escritura con Agustina Rabaini y Sandra Siemens, cursé la capacitación en Edición de libros Infantiles y Juveniles (UBA) y recuperé una carta que empezaba así: “a mi querida amiguita escritora”. Me la enviaba una profesora a mis once años, con observaciones para mejorar mi cuento La expedición misteriosa.
Mis ilustraciones son la suma de esas miradas: el cine, el vestuario, los escenarios, la esencia de una pose, el dibujo vectorial, la acuarela, el volumen, la palabra, la edición.